
Bienvenidos a esta nueva sección, que, como su nombre indica, gira en torno a libros, literatura y, en este caso, géneros literarios.
¿Qué se entiende hoy por novela negra? Según las editoriales y buena parte de los lectores, la definición sería algo así: historia de ritmo trepidante que gira en torno a la resolución de un enigma y que contiene toques (leves) de crítica social.
Esa es la formula que han seguido (con éxito) autores como Juan Gómez Jurado o Dolores Redondo, y la que da hoy en día éxito comercial.
Pero, ¿realmente el género es o ha sido siempre así?
En realidad, lo que se entiende como una novela negra hoy en día es una combinación de tres subgéneros que suelen aparecer mezclados en las estanterías.
Thriller:

Historia de ritmo trepidante que se basa, principalmente, en la trama. La sensación de peligro aumenta según pasan las páginas, y muchos capítulos tienen finales abiertos que dejan al lector con ganas de seguir con el próximo.
Protagonista habitualmente torturado, pero redimible.
Otro elemento fundamental son los giros, constantes pero medidos a lo largo de la trama para hacer crecer el interés sin saturar.
Ejemplo de este género: el silencio de los corderos, de Thomas Harris.
Policiaco:

También conocido como «novela problema´´.
Al igual que el anterior, gira en torno a la trama. Pero su ritmo no es trepidante, sino supeditado a las pistas que el detective va encontrando para resolver el enigma inicial (generalmente, un asesinato).
La trama, pese a tener un ritmo más pausado y menos sensación de urgencia que el thriller, debe ir aumentando el interés con nuevas pistas y sospechosos, hasta llegar a un final sorprendente.
Es un tipo de novela más intelectual y con un regusto conservador, pues aquí el mal proviene de un individuo loco o malvado (el asesino a descubrir) y este es descubierto y castigado al final por el sistema, por lo que el orden se restablece.
Bien es cierto que algunos autores, como Agatha Christie, han introducido ligeras variaciones que dinamitan este planteamiento, pero me guardo eso para otra entrega de «Con L de letras´´, así que de momento dejémoslo aquí.
Ejemplo de este género: el perro de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle.
Novela negra:

Aquí lo importante no es resolver un crimen, sino mostrar la podredumbre de la sociedad.
El caso es una excusa para hablar de males sistémicos (racismo, corrupción institucional, etc). El mal no proviene de individuos, sino de un sistema podrido. El crimen no es el motor de la trama, es síntoma.
Los personajes suelen ser moralmente ambiguos, incluso los detectives. Son irredimibles, o testigos lúcidos de un sistema que se cae a trozos.
El final es pesimista: el crimen se resuelve, el problema de fondo no.
Ejemplo de este género: asesinato en el comité central, de Manuel Vázquez Montalbán.
Resumiendo, ¿qué queda de la esencia original de los tres subgéneros en lo que hoy simplemente se conoce como «novela negra´´?
Hagamos un repaso a la formula descrita al principio:
Ritmo trepidante (thriller).
Foco principal en la resolución de un enigma (policiaco).
Leves toques de crítica social (novela negra).
Para finalizar, una última reflexión: los géneros inevitablemente mutan y eso no es malo, pero siempre quedarán las esencias para quien desee volver a ellas.

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