Anatomía de: «Pulp fiction´´ (Quentin Tarantino, 1994)

¿Se puede decir algo sobre un clásico de culto que marcó a una generación, y sobre el que ya se han escrito ríos de tinta? Intentémoslo.

«Pulp fiction´´ fue la segunda película de Quentin Tarantino, y la que le dio la consolidación definitiva en forma de palma de oro en Cannes. Escrita junto a Roger Avary, entrelaza tres historias sobre el mundo del crimen en un contexto de humor negro.

Lo primero que se debe alabar de esta película es su reparto sin duda alguna. Todos, del primero al último, están enormes y aportan humanidad a unos personajes que podrían haber caído fácilmente en la caricatura.

A destacar los dos matones interpretados por Samuel L. Jackson y John Travolta, que consiguen no solaparse pese a tener idéntica vestimenta gracias a unas personalidades muy bien definidas y complementarias, aunque haya roces.

Por supuesto, también Uma Thurman queda para el recuerdo como atípica femme fatale, y el boxeador sonado (o no tanto) de Bruce Willis, así como mafioso interpretado por el siempre carismático Ving Rhames.

Todos brillantes. Todos grises. Todos unos canallas, pero queribles en el fondo (salvo los violadores de la tienda).

Incluso personajes con un papel muy breve logran destacar gracias a su carisma y unos diálogos muy afilados. ¿Verdad, señor Lobo?

Hablando de diálogos. La película está llena de réplicas brillantes, ingeniosas y que quedan para el recuerdo. Pero el texto de Tarantino y Avary no solo destaca por la filigrana verbal, sino por el magistral uso de uno de los recursos que más gustan a este director: el subtexto.

Pensad en una conversación casual sobre masajes de pies que se convierte en una charla sobre sexo. O en Samuel L. Jackson convirtiendo un monólogo sobre hamburguesas en una tensión y amenaza latentes que no paran de crecer.

El guion y la dirección, ayudados por las interpretaciones, saben usar el subtexto de forma poderosa para crear contrapuntos cómicos, o hacer que nos mordamos las uñas de la tensión.

Y es que este es otro de los aciertos, en mi opinión, de la cinta: su tono.

Tarantino encuentra aquí un equilibrio perfecto entre su gusto por el exceso y un tono más o menos realista que, en mi opinión, no le sale tan bien en otras películas suyas donde se lanza de forma más desatada hacia la fantasía. Aquí, el contexto más realista y el ritmo pausado hacen que los momentos más pasados de rosca sean más impactantes.

Ayuda también encontrar un equilibrio entre un tono de humor gamberro y juguetón, y momentos de gran tensión (Bruce Willis volviendo a buscar su reloj, el ya mencionado de las hamburguesas, etc) que crean un contraste interesante, haciéndote sentir que hay peligro y algo en juego, y no solo humor y diálogos ingeniosos.

Pero no solo de estos últimos vive el guion, y es que otro punto fuerte de la narrativa de esta película es su estructura. No solo por jugar con la estructura temporal (algo que el director ya había hecho en su opera prima, «Reservoir dogs´´).

Las tres historias que componen la películas están llenas de ejemplos de cómo subvertir las expectativas del espectador, pero uno de los ejemplos más claros (y brillantes) está al comienzo de la cinta.

A saber:

Dos personajes mantienen una conversación en una cafetería. Asistimos a ella, ya empezada, y vemos cómo escala hasta llegar a un punto de máxima tensión.

Justo cuando el espectador más quiere saber cómo sigue esa situación, entran títulos de crédito. Aguardamos, impacientes (aunque disfrutando de la mítica banda sonora) el momento en que acaben para saber cómo sigue todo.

Pero, ¿qué nos presenta Quentin a continuación?

Dos nuevos personajes que charlan durante un buen rato sobre hamburguesas. Escuchamos los brillantes diálogos con la sensación de que han jugado con nosotros, pues la situación de antes no se retomará hasta el final.

Entonces, algo ocurre. Desde el punto de vista de un maletero (plano característico de Tarantino) vemos a los personajes recoger armas, y preparándose para lo que parece un enfrentamiento. La tensión regresa.

Lo que sigue es otro diálogo, muy largo, donde esta vez escuchamos con plena atención, sabiendo que se va a liar parda.

Valga esto como ejemplo de la brillantez del guion para usar la estructura no lineal no solo como un recurso «molón´´, sino como una herramienta que permite jugar con el espectador, y crear tensión.

Por supuesto, no se puede hablar de esta película sin comentar la cinefilia que supura su director por todos los poros de la piel.

Y es que la cinta está llena de homenajes:

A «Psicosis´´ (Bruce Willis en coche, encontrándose de sopetón a Ving Rhames en un paso de cebra).

A «El beso mortal´´ (el maletín con la luz misteriosa).

A «El crack´´ (escena de la cafetería).

A «ocho y medio´´ (la mítica escena del baile).

Y muchos más.

Para terminar, un pequeño mensaje a los imitadores de Tarantino (sí, Guy Ritchie, te estoy mirando a tí, atento): las películas de este director no son solo humor negro, violencia, diálogos ingeniosos y narrativas no cronológicas.

Tienen alma.

Pueden ser muy cínicas, pero no son totalmente nihilistas. Los personajes, tras su aire cool, dejan patentes grietas de humanidad. El diálogo de Samuel L. Jackson con el que acaba la cinta es un ejemplo perfecto.

Y esto es, en resumen, «Pulp fiction´´. Una película violenta para tiempos violentos.

Los nuestros.

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