H. F. G

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Cortos De Tinta: Le Mans Du Champs (4)

Djeneve sale fuera, le da un abrazo a Juanjo, y otro a Lara.

«Yo tengo que ir a hablar con toda mi familia y organizar cosas. Jesús te acompañará», -le dice Juanjo.

«¿A dónde?». -Pregunta Djenevah.

«Está mujer ha venido a recogerte, para que no vayas sola», contesta Jesús.

«No la conozco. Y no entiendo nada. ¿Quién es la persona que ha muerto? No sé porqué yo tengo que ir a ningún sitio». Se queja Djenevah.

(Suelta Juanjo irritado y afectado) «Es mi hermana» (Silencio, se calla afectado con gesto compungido y con lágrimas retenidas) «¿Vale? Era, mi… Así que para ya, por un momento estáte, quietecita con tus chorradas».

Djenevah afectada parpadea muy seguido porque es algo nuevo que Juanjo esté así con ella.

«Lo, lo siento, Tío Juanjo, perdona, yo», se disculpa Djenevah.

Juanjo niega con la cabeza pidiendo perdón y perdonándola a la vez, Juanjo se va, Lara mira a Djenevah con cariño y se va con él.

«Te acompaño a tu casa a hacer las maletas», le dice Jesús.

«Ouh, ¿qué? ¿Maletas? ¿Ma, maletas?», comenta perpleja Djenevah.

«De momento creemos que vas a estar mínimo un par de días», sigue hablando Jesús.

Djenevah mira a Ameuris, que ha estado todo el rato a un lado, va hacia él, le da un abrazo rápido con importancia. Y se vuelve, Jesús tiene una de sus propias manos en la espalda de ella, y con su otra propia mano coge de la mano a Djenevah, él está como detrás de ella mientras caminan hacia la mujer nueva.

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Es una mujer alta, con la cara redonda y mofletes, de complexión normal, no delgada, castaña con el pelo largo recogido en una coleta alta, los ojos marrones claros. Muy clara de piel, con los mofletes sonrosados.

Lleva vaqueros, deportivas, y una sudadera pero se nota que son cosas de buena calidad. Se la ve claramente afectada, ojos llorosos, ojeras y nerviosa.

«Creía que conocía a gran parte de la familia de tu padre. De hecho, habría jurado que conozco a todas sus hermanas. Tía Linda, Tía Cristina», dice Djenevah.

«Es, complicado. Por parte de madre, era su prima hermana. Se criaron juntos, en la misma casa» explica Jesús.

«¿Tú la conocías?» Pregunta intrigada Djenevah.

«Sí, la recuerdo, vagamente», contesta Jesús.

«¿Cómo? ¿Cómo es eso posible? ¿Y como es que parezco ser la única que no la conoció? ¿Y qué carajos pinto yo en todo esto?» Se impresiona Djenevah.

Llegan a la altura de la mujer, ésta la tiende la mano a Djenevah.

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«Hola, Djenevah, soy Josephine Rivera, Jossie, siento conocerte en estas circunstancias. Soy amiga de, de la fallecida, y me alegro de conocerte al fin», le habla la mujer.

Se dan la mano, Djenevah es incapaz de articular palabra como están esperando los otros dos, se limita a sonreír y a asentir.

«La lectura del testamento se va a realizar mañana, se te menciona en él. Y no tenemos mucho tiempo, el avión sale en un par de horas» le sigue comentando Jossie.

Jossie les lleva a casa de Diane, Jesús sube con ella para hacer las maletas, Jesús intenta coger ropa que tape un poco más el cuerpo.

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Todo ese tiempo están en silencio los dos, solo metiendo cosas en una maleta de mano beige dura, y en su bolso normal y corriente.

Bajan en silencio, Jossie mete las cosas en el maletero. Y se va a la puerta del conductor del coche.

«No quiero irme» dice dándose la vuelta y casi chocándose con Jesús.

«Al parecer yo también estoy en esa lectura. Pero hay algo muy específico en que tú estés presente en la lectura» le chismosea Jesús.

«Vente entonces», le anima Djenevah

«Tengo que estar con mi padre», se excusa Jesús.

Djenevah asiente conforme y avergonzada por pedirle algo así, y desviar el foco de Juanjo.

«Cualquier cosa que necesites. Manténme al tanto», sigue Jesús.

Djenevah asiente, Jesús la acaricia la mejilla.

«Tranquila ¿vale? Relájate. No pasa nada», la alienta Jesús.

Jesús la da un beso en la frente y se va.

CAPÍTULO 6

Djenevah le observa marcharse durante unos segundos y se sube al coche con Jossie, en la parte del copiloto. Mientras van al aeropuerto, Djenevah no para de mirarla de reojo.

«Qué, deja de mirarme», se sorprende Jossie.

«No, no lo hago», se excusa Djenevah.

«Me estás poniendo histérica», se intriga Jossie.

«La verdad es que estás roja como un tomate pero no creí que fuera por eso», alude Djenevah.

«No es por eso, tengo rosácea (para de hablar, para añadir luego, despacio) Deja de mirarme», pide Jossie.

«Perdona, lo disimulas muy bien, no parecías nerviosa», se disculpa Djenevah.

El resto del trayecto lo hacen sin hablar. Ya en el avión, Jossie saca la mantita, se arropa a sí misma con ella, se pone el antifaz para dormir, y la minialmohada, y antes de ponerse los tapones para los oídos se detiene y mira a Djenevah.

«¿Hay algo que quieras, decirme, preguntarme o algo?», la inquina Jossie.

Djenevah niega.

«Ya he visto los billetes, puerta de embarque, avión, etc, ya sé por lo menos adónde vamos», comenta Djenevah.

Jossie se echa a dormir.

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Cuando bajan del avión y salen del aeropuerto, Jossie está hablando por teléfono muy aireada, se escucha la voz de una mujer al otro lado del teléfono.

Jossie está caminando por detrás y Djenevah va andando por delante mirándolo todo con curiosidad disimulada.

Un Bentley Luxury gris oscuro aparece y aparca delante de ella, un señor negro con un pantalón doker, un jersey Tomy Hilfigher y una corbata, sale del coche, lleva un abrigo de mujer cargando en un brazo y en cuanto llega a la altura de Djenevah, se lo viste en los hombros a Djenevah con una amplia sonrisa, la saluda y la cierra un poco el abrigo como abrochándola bien. Eso enternece por dentro a Djenevah.

(El señor habla con acento británico) «Hace un poco de frío, ¿porqué no vas entrando al coche, Djenevah, por favor?» Le pide amablemente el señor.

Djenevah se queda en la puerta de atrás, pero de pie sin entrar.

El señor sigue caminando y va donde Jossie, la besa en la boca, un pico se dan, pero como Jossie está súper enfrascada en la conversación telefónica, el beso ha sido rápido. El señor coge las maletas, las lleva al maletero del coche y las mete ahí. Y es en ese momento cuando Djenevah se mete en el coche mientras mira a Jossie, que la tranquiliza con una mirada rápida.

(Jossie Casi gritando nerviosísima) «Que sí, Damie, no seas pesada, ya está hecho. Nos vemos luego. Si, te voy a colgar. Yo también te quiero (cuelga, suelta un mega suspiro) No sé cómo la soportaba ésta mujer, porque yo llevo toda la vida, que no la aguanto».

El señor que tiene el pelo con algunas canas. Es alto, atlético y está de pie en la puerta del copiloto, y cuando Jossie llega a su altura.

«La quieres», le recuerda el señor.

«A morir. Pero me saca de quicio (suspira) Perdona, no te he saludado bien», le dice Jossie.

Jossie se detiene delante de él, le sonríe enamorada y le da un buen beso en la boca al señor. Jossie entra en el coche y se sienta en la parte del copiloto.

El señor sube al coche en la parte del conductor, está conduciendo, cuando cruzan un puente, debajo está el río. En un momento dado

«¿Porqué vamos por aquí?», se pregunta Jossie.

«Djenevah, como no sabemos cuánto te vas a quedar, estoy dando un mini paseo», le explica el señor mirando a Djenevah por el retrovisor.

«Es un gesto precioso mi amor pero no creo que sea lo más conveniente, teniendo en cuenta las circunstancias», le comenta con ternura Jossie.

«No sabemos si va a tener otra oportunidad, de momento. Según creo, no ha salido de Madrid», dice el señor mirando un poco a Jossie.

«Una vez mi madre, y uno de sus novios, me llevaron a Toledo», les informa Djenevah.

Se miran los dos adultos. Es una ciudad en las que casi todas las calles son peatonales, casi todas las fachadas son de un corte neoclásico de diferentes colores, rosas claros al lado de naranjas y de amarillos, en el centro recorre la ciudad un tranvía pasan por * varias plazas y por dos iglesias y catedrales barrocas *.

«¿Cómo se llama? Perdón ¿se llamaba?» Pregunta prudente Djenevah.

(Jossie con la voz afectada mirando a la calle le contesta) Moura. Moura García, tenía 55 años

Afectada se la enturbian los ojos, carraspea varias veces.

A partir de ese momento el señor le va contando a Djenevah los sitios por los que están pasando con el coche.

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Llegan a un cruce que lleva a una calle residencial muy larga, giran a la izquierda, dando la vuelta hasta una calle sin salida en el que hay solo tres caserones.

Aparcan enfrente de la última. Bajan del coche los tres a la vez.

«Aquí te dejo, de momento. Volveré, pronto, te lo prometo, no tardaré mucho», la tranquiliza Jossie.

Jossie la sonríe dulcemente, y va a por su maleta al maletero, el señor se acerca a Djenevah.

«Estamos justo aquí (señala la casa que está justo al lado del caserón donde han aparcado) Me llamo Ged por cierto», (le comenta Ged, le da la mano y con una gran sonrisa le pone la maleta de ella, que es lo primero que había hecho nada mas bajarse del coche, sacar las maletas del maletero, a los pies de la propia Djenevah).

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En la puerta principal de la casa enorme hay un chico de unos dieciocho años mestizo pero muy claro con el pelo ondulado casi rizado que le llega hasta los hombros; ojos claros, alto y delgado delgaducho, con gafas.

El chico saluda levantando la mano y agitándola como a todos en general, y se acerca a ellos. Le da un abrazo y un beso a Jossie, a Ged y le ofrece la mano a Djenevah a modo de saludo.

«Hola (se dan la mano) Te llevaré a tu cuarto», le dice el chico.

(Djenevah mirando a Ged asustada) «Creo que no quiero estar aquí» dice Djenevah.

«Nos hacemos una idea (la sonríe alentandola a la calma) Nos vemos luego chicos», se despide Ged.

Ged se acerca donde está Jossie y se van juntos caminando hacia la entrada de la segunda casa, Djenevah les va viendo irse mientras está andando detrás del chiquillo.

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