El canadiense David Cronenberg es uno de esos directores que gustan o no gustan. En mi caso, me inclino más hacia el segundo extremo ya que muchas de sus propuestas, aunque transgresoras en su momento, no han tenido una buena relación con el paso del tiempo.

Sin embargo, en ocasiones sí acierta de pleno, y una de ellas fue en el 2005, cuando le encargaron adaptar al cine la novela gráfica «Una historia de violencia´´, de John Wagner.
La película es importante en su carrera no solo por tratarse de la primera colaboración del director con Viggo Mortensen (más conocido como Aragorn en el mundo friki), actor que se convertiría en uno de sus intérpretes fetiche.
También destaca por ser la confirmación de que este peculiar cineasta podía adaptar sus fetichismos y obsesiones a un producto más comercial sin por ello perder identidad. Porque sí, «una historia de violencia´´ es puro Cronenberg.
La historia gira en torno a Tom Stall (Mortensen), un padre de familia aparentemente pacífico y pasivo que un día mata en defensa propia a dos delincuentes violentos, y se convierte en un héroe para sus vecinos y familiares.

Sin embargo, a raíz de que los medios se hacen eco del suceso, un hombre extraño aparece en el pueblo asegurando que conoce su pasado, y que no es quien dice ser.
A partir de ahí, Tom y su familia no volverán a ser los mismos.
Con un estilo que oscila entre el drama, el cine negro e incluso el western, la cinta puede parecer superficialmente una historia de tipo duro que mata a todos los malos, al estilo de Chuck Norris. Sin embargo, esconde una reflexión más oscura y profunda.
Al igual que los personajes de otras películas de Cronenberg se ven afectados por enfermedades que les cambian física y psicológicamente, aquí el virus que se transmite es el de la violencia, que, incluso si se aplica en defensa propia, puede sacar lo peor de cada uno.
Con una dirección sencilla, una fotografía de colores apagados y un guion que logra mantener el interés (aunque tomándose bastantes libertades respecto al material original), «Una historia de violencia´´ nos habla de nuestra bestia interna, que espera agazapada el momento de salir.
Incluso aunque creamos haberla dejado atrás. Porque, según la mirada del director, bajo una apariencia de orden y normalidad seguimos siendo seres primitivos, y basta un empujón para que el caos reine.
Los intérpretes también hacen un buen trabajo. A Viggo Mortensen hay que sumarle a un inquietante Ed Harris en un papel secundario pero importante, y a una convincente María Bello en el rol de esposa del protagonista.

Este último personaje se enfrenta en la película a un terrorífico dilema: ¿y si la persona con quien has compartido años de tu vida no es quien creías?

Se debe destacar también el ritmo de la cinta, reposado y contenido, lo que hace que las explosiones de violencia sean más impactantes; y el final, un ejemplo de que en una narración cinematográfica las palabras pueden ser sustituidas por imágenes y dirección actoral.
Por último, una advertencia: Cronenberg sigue siendo Cronenberg y no renuncia ni al gore ni a las escenas de sexo enfermizas, esta vez en una escalera.
Avisados estáis.

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