H. F. G

Words Create the World

Cortos De Tinta: La Sala De Los Bonsáis (VIII)

Una Paula con el pelo rapado al uno, el poco que tiene está teñido de morado, dos años más joven y bastante más delgada está despidiéndose de varias personas a la entrada de la Cárcel de Las Damas, que su fachada se ve un poco distinta, desventajada.

De entre esas personas hay un hombre trajeado que en todo el tiempo está un poco apartado y mira mucho el reloj.

– ¿Vas a recurrir soplagaitas? -Le dice Paula a ese hombre acercándose a él-.

– Haré lo que pueda -ella se le queda mirando irritada-.

– Los dos sabemos que no vas a hacer una puta mierda

Paula le pega un bofetón y quiere seguir agrediéndole, enseguida tanto las demás personas que habían ido a despedirse de ella reaccionan como los guardias de seguridad de la primera garita, que está situada en otro lado, interceden, la intentan separar agarrándola de la cintura.

– Menudo abogado de mierda estás hecho, estás despedido -está gritando Paula mientras intentan contenerla-.

Los guardias intentan inmovilizada usando fuerza física, mientras el abogado a modo de despido está zarandeando la mano.

-Nos vemos (y se aleja en su coche deportivo fosforito).

Paula no para de retorcerse hasta que la Dan un porrazo en la espalda.

Una vez que entra en el primer pabellón junto con otras nuevas reclusas, mientras caminan muchas de las reclusas que llevan un tiempo ahí silban, vitorean, aplauden, dan golpes a lo que pueden.

Josephine Daranas no está haciendo nada de eso, solo las mira.

A las nuevas reclusas, despues de pasar por los pasillos, las hacen, en los vestuarios, quitarse toda la ropa con espacios, cubículos cerrados, despojandose de los piercings, etc y después de ducharse las hacen vestirse con un uniforme de un color distinto.

Todo eso escuchando el barullo que están montando las presas fuera.

Ésta Paula rapada ha estado sola en su celda ya muchas horas, tirada en el suelo con los brazos extendidos cerca de la única ventana que hay, sudando y tiritando, llorando pero sin expresión compungida.

Hasta que un fuerte ruido en la puerta de su celda la sobresalta y la extrae de su ensoñación, la toca su tiempo de patio.

Una vez en ese patio se coloca en el medio, extiende los brazos, cierra los ojos y levanta la cabeza.

Después abre los ojos, a los pocos segundos una reclusa de las más peligrosas desde atrás se pega a ella con un brazo pasándole justo por los pecho y otro en su zona vaginal, tiene agarrada fuerte a Paula en esa postura.

– Vas a ser mía novata -le dice la reclusa a Paula al oído-.

– Va a ser que no, agradezco la oferta, me siento muy halagada, es… tentadora, pero tengo que declinar el ofrecimiento

La reclusa peligrosa la suelta de golpe dando un paso atrás, le da la vuelta a Paula para que se miren y la empuja por los hombros.

– ¿Cómo dices?

Justo cuando las cosas van a empezar a escalar en agresividad Josephine Daranas se acerca.

– Oye déjala en paz, dale un poco de cancha ¿quieres?

Josephine Daranas se acerca a la reclusa peligrosa lo bastante como para no tener que levantar la voz.

– Está infestada de ETS’s, no querréis tocarla ni con un palo

– ¿Y tú cómo lo sabes?

– Soy su compañera de celda

Como se había creado un círculo o coro alrededor de ellas tres, varios funcionarios se acercan a ellas con vasos de agua.

En la actualidad en la celda viene la psicóloga con dos vasos de agua y se lo da a los dos.

– Nunca nadie ha querido volver a tocarme. Me tiré dos semanas sin hablarla, bueno, solo para decirla que no éramos amigas. Ella no me dirigió ni media palabra en todo ese tiempo, de lo cual la voy a estar siempre agradecida (bebe).

– ¿Cómo sabía la Srta Daranas que iba a ser su compañera de celda? (Bebe también).

– Les decimos el número de reclusa nueva que va a ser su compañera a la veterana.

– El número lo debió ver en mi uniforme cuando vinimos

– ¿Y cuándo os empezasteis a hablar?

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